Fracasados y contentos

Los relatos que nunca ganaron nada

¡Circe! (3)

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Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.
Julio Torri


Me decidí por la morena sin pensarlo, basto tenerla unos segundos de frente, a mi lado, en
panorámica y con la expresión de “sé muy bien de lo que te hablo (pero me gusta echar la hueva)”. La imaginaba desnuda hablándome de Cortázar y su “Casa tomada”, de Borges y sus gilipollas. Me miró, sin frivolidad ni ganas, vacía, pensé en la mejor forma de sentarla en mis piernas, atragantarme y posibilidades remotas de amores domésticos, melodramas caprichos y berrinches.
Las ganas de escribirle me las aguanté; es buena lectora, y se daría cuenta de que me trae
pendejo y caliente (“no sé me importa un pito” averiguar si acabo de escribir un pleonasmo). Cartuchos de bajo calibre disparados en zona neutral: pequeña y delicada, su belleza es mítica, mestiza, de rasgos suaves como “piel de durazno”, sus ojos dorados de miel son seductores pasos acolchados como invitación a brincarse la alambrada del paraíso, cabello negro de franco modernismo de no más de veinticuatro años, oculto en sandalias de celosía, el embriagado swing “Kiss of fire” de Louis Armstrong.
Decirle “vivo atado a los caprichos de un fantasma” hubiese sido idiotez.





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El cosquilleo de tirarte sobre conceptuales y confusas obras de arte, olerte, chuparte, amarte y cogerte todo en el paroxismo de amores inolvidables, sublevado al recato público de un beso en la mejilla.
(El arte no necesariamente es apolítico y amoral). Te veo en un óleo gozándonos sobre los Philippe Starck (el amor no siempre debe ser suave), de fondo, contemplándonos con envidia y recelo, la maja azuzando a la bestia: embistes frenéticos y galleos de felina. La revolera final , suspendida in media res, dando pase a la plétora de jadeos amarillos acompasados por la fuente eléctrica de feng shui. La secuencia rueda hasta caer sobre el parqué plástico, espasmos de equilibristas a orillas del abismo. A punto de dar el salto, el escalón de “pon atención acá o te rompes un brazo”.
Tu amabilidad anacrónica, ese desgaire de labios carmesí deseosos y mis fruslerías de enamorado perpetuo razones suficientes para no brincar del tren.






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Te quería meter la lengua entre los labios by Eric Ahumada is licensed under a Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 3.0 Unported License.



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